Su olor

Sentado en su cama, con los últimos rayos de vida latiendo en su maltrecho pecho seguía recordándola; fue hace años o quizás esta mañana, su sentido del tiempo hacía varios litros de alcohol que lo habia abandonado a su suerte, intentaba dibujar su cara en el aire pero ya no la reconocía, ya no podía verla entre la niebla de su cabeza y el amargor de sus ojos. Sólo había un sentido que no había perecido a su mundo y era el olfato, un olfato que lo único que tenía dentro era el olor de su pelo.

Cada día, la dolorosa fuerza que lo impulsaba a afrontar la útlima mañana de cada final, le traia pegado a la contraportada, como un regalo, como un triste regalo, el olor de su pelo. No sabria describirlo, intentó mil veces dibujarlo, recordarlo, empaquetarlo, pero no había nada igual, no hubo nada igual mientras lo disfrutó, mientras lo robó del aire que movia cuando pasaba cerca, mientras lo tomó prestado del remolino que se plegaba a cada paso suyo cuando andaba deprisa, como una nube que quisiera hacer una reverencia.

Ese olor lo contaminó durante horas, meses, vidas, lo persiguió por las esquinas de su currículum, lo señaló como a un extraño en una boda, le golpeó como una teja caida de la nada; lo penetraba como el frio y le sonreía cuando se marchaba agarrado a ella con una sonrisa burlona.

Fué hace mucho, acaba de suceder, quizás tenía que pasar pero no tuvo que haber ocurrido, el caso es que cada noche antes de despedirse del mundo, la única emoción con la que se envolvía para protegerse del frío era la que le traia el perfume de su pelo antes de pedirle perdón.

1 comentario:

  1. ... y es que hay olores que se quedan en el alma.... porque se dibujaron un día con tinta indeleble y es imposible borrarlos.
    Enredada pero bella. Esta también de diez...


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